Hay un negocio formidable en torno a la sexualidad. Obtener placer sexual sin más exigencia que pagar es tolerado e incluso justificado por la irrefrenable” naturaleza sexual de los varones y también para eludir el “examen de calidad” al que novias “exigentes” les someten cuando ellos hacen uso “su derecho” a la satisfacción sexual... Esta sexualidad desprovista de afecto y consumista, favorece el negocio de la prostitución y la pornografía y genera en los hombres rechazo o retraso en el compromiso de pareja.
Ante la falta de compromiso por parte de muchos jóvenes, las chicas pueden optar por seguir el modelo masculino de sexualidad desprovista de afecto, sexualidad de usar y tirar.
Si pensamos que, además, el formidable negocio se mueve alrededor de los estereotipos de mujer que se derivan del espejismo de libertad e igualdad sexual, de la sociedad de consumo idolatrando la imagen corporal y alabando a las mujeres que aceptan sin queja desempeñar el rol tradicional de esposa y madre, no nos extrañará que se mantenga prácticamente intacta la diferente socialización de niños y niñas en cuanto a su sexualidad.
El cuerpo de la mujer como recurso para hacer dinero (pornografía, prostitución, publicidad, explotada doméstica, etc), como impulso para ganar dinero -consumista de promesas de belleza y juventud-, como fuente de riqueza (reproductora de seres humanos). En nuestro país la prostitución mueve 50 millones de euros cada día, el trabajo de las amas de casa se valora en 2 billones de euros anuales,...